Demasiada calma para tanta incertidumbre

Panorama semanal de Alejandro Bercovich

A una semana de las PASO y pese al salto del 15% que pegó en solo dos semanas, el dólar blue todavía está $100 más barato de lo que costaba el día que salió eyectado Martín Guzmán en términos reales. Si hubiera acompañado desde entonces a la inflación, valdría $682. Y para equiparar el pico de pánico que alcanzó en octubre de 2020 debería escalar a casi $860.

La ya tradicional corrida preelectoral, según evalúa el establishment, recién fue hasta el jueves un trotecito. La maraña de regulaciones y la devaluación fiscal a la que apeló Sergio Massa para contentar a la vez al Fondo Monetario y a Cristina Kirchner crujen amenazantes. El Banco Central se atrinchera y restringe al mínimo las importaciones pero convalida al mismo tiempo minidevaluaciones diarias que en julio hicieron trepar 7,2% el tipo de cambio oficial. La presión también se cuela por los paralelos, tanto el ilegal como el financiero, cuya operatoria solo puede bloquearse hasta cierto punto.

Ese combo endiablado, por supuesto, volvió a fogonear la inflación. El Central acusó recibo en sus mediciones de alta frecuencia, que esta semana volvieron a superar el 7% para los últimos 30 días. La consultora LCG también lo detectó en las góndolas de alimentos de los supermercados, donde en las últimas tres semanas los precios subieron 1,8%, 2,3% y 3% respectivamente. Resta ver qué pasará en las carnicerías durante el último fin de semana de campaña e incluso el de las propias PASO, cuando pueden convertirse en picadoras de boletas oficialistas. Sobre todo si trasladan íntegra el alza del 20% que acumula la hacienda en los mercados concentradores.

Pese a esa evidente fragilidad tanto política como económica, los financistas que monitorean la situación con mayor detenimiento creen que hay varios motivos para que el trote no se haga corrida. O al menos para que no bata récords de velocidad. Lo primero que destacan es la menor presión sobre el contado con liquidación (CCL) de los fondos de inversión que llegaron tarde a la bicicleta financiera de Mauricio Macri y quedaron atrapados en el cepo que se vio forzado a reinstalar el exmandatario antes de irse. A fines de 2021 esos fondos todavía sumaban unos U$S 6.000 millones, a fines de 2022 unos 2.500 millones y ahora menos de 1.000 millones. Ya no son tantos los dispuestos a pagar cualquier precio con tal de huir.

La insistencia de opositores como Patricia Bullrich y Javier Milei con que eliminarán todas las regulaciones cambiarias desde el mismo 10 de diciembre, si bien preanuncia un fogonazo inflacionario de consecuencias sociales imprevisibles, también atempera la eventual corrida de los paralelos que pueda darse en los días previos o el día después de las PASO. Lógico: si alguno de ellos dos se impusiera en esa instancia, la trayectoria más alcista por delante la tendría el tipo de cambio oficial y no ésos.

Otro factor que ayuda a Massa es el ajuste fiscal y monetario que aplicó al seguir a pies juntillas la receta del Fondo: hay menos plata en la calle, menor capacidad de ahorro y por ende de compra de dólares. Por último, aunque la deriva cambiaria de la semana post-PASO está atada en un 100% a la decisión del propio FMI de desembolsar o no los U$S 7.500 millones que en Economía dan por hechos pero en Washington no, al Gobierno todavía le queda la carta del «dólar agro» para apechugar.

Qué te juego

La incertidumbre se agiganta porque el ecosistema del poder parece haber abandonado su manía por las encuestas. Un poderoso empresario cordobés hizo su última profesión de fe en las elecciones provinciales donde se impuso Martín Llaryora. Tres encuestadores distintos le aseguraban que ganaba Luis Juez. «Hay uno que la pegó la última vez y me dice que (Juan) Schiaretti está demasiado desgastado para que gane su candidato», le dijo a un amigo banquero. Fullero, el banquero le propuso apostar un champán. Cuando lo llamó para cobrar, gastarlo y preguntarle de quién era el sondeo, el cordobés refunfuñó que ya había borrado su teléfono de la agenda.

Lo que más inquieta al mundo de los negocios es cómo la dinámica de las PASO desordenó la oferta electoral. A nadie le importa mucho allí María Eugenia Vidal, pero se alarman al ver la virulencia con la que la cruzó Macri por haber respaldado públicamente a Horacio Rodríguez Larreta. Tampoco les cambia tanto si Juan Grabois saca 4, 8 o 12 puntos, pero se sobresaltan cuando ven las zancadillas de Massa contra el líder de Patria Grande y que él responde a los besos con Axel Kicillof y Alicia Kirchner. ¿Y si el padre y la madre de la grieta no terminaron de jubilarse, como parecía sugerir el cierre de listas del 24 de junio?

Cruzado por desconfianzas inconfesables y con una jefatura que ya se dio por vencida, el peronismo juega con fuego. Grabois dijo el jueves en Radio Con Vos que Massa votaría a Larreta en las generales si él le ganara la interna. En otras palabras, auguró una posible ruptura oficialista post-PASO que nadie tenía en el radar. Cerca de Cristina, que está convencida de que la rival será Bullrich, detectaron que la estrategia de la exministra de Seguridad es «inflar» al discípulo del Papa para ser ella la candidata individualmente más votada.

Curiosa paradoja: los votos que coseche Grabois pueden incluso llegar a tranquilizar a los mercados el día después de las PASO. No porque quieran que gane -le asignan cero chances- sino porque puede sumar los puntos que le falten a Massa para ganarle a Bullrich o a Milei. Era el plan original de la vice y del ministro candidato, al que la aceleración de la crisis y el endurecimiento del FMI dibujaron un signo de pregunta.

Sobre llovido, mojado

Lo que necesita ratificar Massa ante el FMI es lo que le aseguró informalmente más de un mes atrás a Gita Gopinath, la número dos de Kristalina Georgieva: que es competitivo en la elección y que CFK lo apoya. Como analizó tras el anuncio del Staff Level Agreement (SLA) el economista heterodoxo Andrés Asiaín, las metas recalibradas son tan incumplibles como las anteriores e implican que «el Fondo toma una posición política muy clara que es frenar los desembolsos hasta después de las PASO y guardarse la prerrogativa de no hacerlos».

Los más memoriosos de la City recuerdan que el Fondo frenó incluso el último desembolso del préstamo StandBy a Macri. Cerca de toda instancia electoral, su poder de veto crece. Con los golpes de Estado también. Son conocidas las historias del blindaje a Martínez de Hoz anunciado en abril de 1976 y el préstamo a Jeanine Áñez en octubre de 2020.

Lo que podría haberse evitado es que los vencimientos quedaran justo en medio de la campaña. Tal como se advirtió en esta columna desde la firma del Acuerdo de Facilidades Extendidas (EFF) el año pasado, eso empoderó doblemente al Fondo. ¿Nadie lo pensó? El kirchnerismo se lo factura a Martín Guzmán, como casi todas las desgracias del presente, pero Juan Manuel Olmos le confesó otra cosa a Massa durante el viaje a China: «Ni siquiera miramos el calendario». El más fiel escudero del Presidente admitió que su jefe firmó sin leer.

El drama es que los escenarios de ajuste que imagina el Fondo se montan sobre un deterioro social demasiado prolongado. Si el salario bruto real del sector privado promedió en 2019 los $314.000 de hoy, el de mayo del año pasado equivalía a $303.257 de hoy y el de mayo último bajó a $296.472. Menos que el promedio (históricamente bajísimo) de la segunda mitad de la década del 90. La cuenta la sacó el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE) rosarino, que también estimó que el salario mínimo debería orillar los $200 mil para equiparar el de 2015.

¿Se puede ajustar todavía más? Seguro que no sin conflicto. Por eso, como advirtió ocurrente el humorista Nahuel Prado, la oposición parece haber resignado las promesas de campaña para desplegar un repertorio de amenazas. ¿Suma votos proponer el fin de las indemnizaciones por despido o la cesantía de miles de empleados públicos? ¿Seduce evocar el blindaje del 2001 o anunciar otro préstamo del FMI? Tal vez no hace falta siquiera intentar ganar una elección cuando el adversario hace todo lo posible por perderla

Publicado en BAE Negocios

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