Notas de coyuntura – Enero 2025
En diciembre de 2024, el aumento del IPC estuvo por debajo del 3 por ciento por tercer mes consecutivo, acumulando así un incremento del 8 por ciento en el último trimestre del año. Para encontrar una cifra semejante hay que retroceder hasta el tercer trimestre de 2020.
Los precios internacionales acumulan 28 meses de caída, con un retroceso del 19% desde el inicio de este gobierno. La devaluación del peso se mantiene en torno del 2% mensual desde el mes enero de 2024 y el gobierno acaba de anunciar una reducción del ritmo devaluatorio. Esos son los factores que hicieron posible este retroceso del ritmo inflacionario.
Cuando tuvo lugar la devaluación de diciembre de 2023 muchos se imaginaron un gobierno de tipo de cambio “alto”. Algo similar a los dos primeros años del gobierno de Alberto Fernández. Sin embargo, con el tiempo se reveló que el único objetivo de la devaluación era una licuación de ingresos que frenara la actividad y las importaciones. El tipo de cambio que el gobierno pretendía era otro: el que ahora estamos viendo.
Lograr alcanzar y sostener el tipo de cambio elegido para poder controlar la inflación tuvo un gran costo y tiene varios “daños colaterales”: algunos deseados por el gobierno y otros no. Entre estos últimos, se manifiesta una fuerte caída en la rentabilidad del sector agropecuario exportador. En diciembre de 2024, el precio de las exportaciones agropecuarias se encontraba un 14,5 por ciento por debajo del registrado en noviembre de 2023 y un 38,3% por debajo del promedio de todo el gobierno de Alberto Fernández, medido en pesos constantes. Ese es el contexto en el que tiene lugar la baja de retenciones anunciada por el gobierno para un período (febrero-junio de 2025) en el que pretende seguir sosteniendo esta política cambiaria.
El costo fiscal de la medida es equivalente al costo fiscal de la ley (vetada) de financiamiento universitario: un valor evidentemente bajo frente al beneficio político de poder contar con dólares para seguir sosteniendo un tipo de cambio que está frenando la inflación.
Pero el gran costo asumido fue sacrificar un superávit comercial de 20.000 millones de dólares sin acumular uno solo de estos como parte de las reservas netas, algo que deja al desnudo la incapacidad de pago frente a los vencimientos de deuda externa que deben afrontarse en 2025: con un menor superávit, no sólo será necesario refinanciar vencimientos, sino también incrementar el endeudamiento.
El esquema es insostenible en el mediano plazo, pero con la “asistencia” de dólares suficiente, puede sostenerse en el corto plazo. Esta misma afluencia de dólares hace aún más insostenible el esquema en el mediano plazo. Como ya vimos a principios de 2018, la mecha de este tipo de bombas es muy corta. La pregunta del millón es si esta vez la fecha en que se encienda será antes o después de las elecciones de medio término.